jueves, 10 de mayo de 2007

Biblioteca Palafoxiana




Don Juan de Palafox y Mendoza: Se le considera un personaje indispensable en la cultura de Puebla; creador y fundador de bibliotecas y hospitales benefactor, editor y el hombre que sorprendió a la vida religiosa al concluir en un período de nueve años las obras que se encontraban inconclusas de la catedral de Puebla y de 36 templos más. Escritor infatigable, produjo 14 volúmenes en los que diversificó temas de carácter espiritual, con títulos como: las Constituciones de la Universidad, Tratados Ortográficos, un libro titulado "Virtudes del Indio", que denota compartía sus afanes en las cátedras del colegio de San Pedro.





La Totalidad de su Arquitectura: En esta estructura se distingue el espacio real y el ilusorio, cualidades de la época de finales del barroco. La configuración orgánica fundada en la relación de figura y fondo, la conforman cinco ventanales al sur y cinco al norte -, la luz y el claroscuro se logran por las puertas de los balcones que miran a los jardines del colegio de San Juan. El núcleo de la biblioteca es rico en leyes complejas que nos determinan tipologías estilísticas de gran coherencia.
Acervo Bibliográfico: 6, 000 volúmenes fueron la base para la formación de esta biblioteca y los donó Don Juan de Palafox y Mendoza; el resto se debe a la aportación de Fabián y Fuero, quien logró parte del contenido bibliográfico aquí existente; incorporó los libros de la red de colegios Jesuíticos de Puebla tras la expulsión de esta orden en 1767. En 1772 cedió su propia biblioteca; posteriormente 35 se agregaron las bibliotecas de los obispos Manuel Fernández de Santa Cruz y la de Don Francisco Pablo Vázquez, así como la del Deán de la Catedral, José Francisco Irigoyen. Después de la Reforma gubernamental del Presidente Benito Juárez, se incorporaron volúmenes de los colegios religiosos poblanos.




Libros más valiosos


El texto más antiguo que aquí se conserva data de 1493: "La Crónica de Nuremberg", escrito por Hartman Schedel. (es un incunable).
Incunables: Son los libros que se imprimieron a partir de la invención de la imprenta, a mediados del siglo XV, hasta 1500.
Otro de los ejemplares valiosos por su contenido y antigüedad es un libro primitivo de 1575 titulado: "La Doctrina Cristiana", compuesto en lengua castellana y mexicana por Fray Juan de Anunciación, religioso agustino.
Primitivos: Se llaman así a los libros que se imprimieron cuando aún no existía la imprenta en Puebla.
Otra joya bibliográfica es el "Atlas de Ortelius", cuyo autor fue el propio Abraham Ortelius, cosmógrafo y cartógrafo flamenco (1527 - 1598).



Monasterio de San Lorenzo del Escorial
Biblioteca


Posee una colección de libros de incalculable valor. La organizó Benito Arias Montano, ayudado por el Padre José de Sigüenza hacia 1577.
Está instalada en una gran nave de 54x9 m. de superficie y 10 m. de altura; el pavimento es de mármol gris.En todo su alrededor están instaladas las estanterías de maderas finas (caoba, nogal, ébano) que fueron diseñadas por Juan de Herrera y talladas por Giussep Flecha y Gamboa. Entre muchos libros destacan algunos de enorme interés, como:
Las Cantigas de Santa María, de Alfonso X el Sabio, obras autógrafas de Santa Teresa de Jesús, códices mozárabes, el Códice Aureo (escrito con letras de oro) y una gran cantidad de manuscritos persas y árabes.


Cuatro retratos a tamaño natural adornan la biblioteca, representan a Carlos V, Felipe II, Felipe III y Carlos I; los tres primeros, obra de Pantoja de la Cruz y el cuarto de Juan Carreño. También están los retratos de José de Sigüenza, Arias Montano y Pérez Bayer.
Queda dicho que una de las claves que justifican la construcción del Escorial es la creación de un centro de investigación y estudio orientado a la defensa de la religión católica. Y también en este apartado el empeño de Felipe II es fundamental, aportando en 1565 más de 4.000 volúmenes de su propia biblioteca y enriqueciéndola con las incesantes compras de ejemplares preciosos que los embajadores y colaboradores reales van consiguiendo fuera de España y por los valiosisimos fondos ingresados procedentes de monasterios, bibliotecas de notables personajes y de la propia Cámara Regia de los Reyes de Castilla. La aportación de los siglos siguientes es desigual, registrándose pérdidas notables por incendios y otras desdichas.




A pesar de ello los fondos que hoy se conservan tienen un valor incalculable: más de 40.000 impresos, manuscritos, códices iluminados, incunables... Entre las series más valiosas destacan las Biblias, beatos devocionarios cristianos, los códices griegos traídos de Italia y los manuscritos árabe) que no quemó Cisneros.




La parte superior de la biblioteca es una bóveda de cañón pintada al fresco por Peregrín Tibaldi según dibujos del Padre Sigüenza. En las siete divisiones de la bóveda se representan las siete artes liberales en forma de matronas: Gramática, Retórica, Dialéctica, Aritmética, Música, Geometría y Astronomía; entre la cornisa de la pared y el remate de la librería están pintadas otras 14 historias con escenas relacionadas con cada una de las artes.




La decoración del salón fue realizada por maestros italianos encabezados por Pelegrino Tibaldi (sobre asuntos simbólicos ideados por el Padre Sigüenza) y puede darse por concluida en los últimos años del siglo XVI. Las librerías, de estilo toscano, corresponden a diseños de Juan de Herrera realizadas por artistas italianos y españoles en maderas nobles, en ellas se colocaron los libros de pie, por vez primera, pero con los cantos dorados hacia fuera y grabados en ellos los títulos de las obras, con lo que se consigue un cálido brillo dorado apaciguador de los fuertes colores de las bóvedas.


En los testeros y entre las ventanas y balcones hay varios cuadros de estudiosos insignes de este centro: fray José de Sigüenza, Arias Montano,... y de reyes de la dinastía de los Austrias: el emperador Carlos V, Felipe II anciano y Felipe III obras del pintor madrileño Juan Pantoja de la Cruz (el primer cuadro es copia fidelisima del original perdido de Tiziano y el segundo es quizá el mejor retrato del pintor); completa la serie real el retrato de Carlos II obra del retratista de su corte Juan Carreño de Miranda.